Raciel Gómez Golpe, Persistencia de la gravedad

                                                   Los seres humanos deben aprender a trascender su realidad. Deben crear un vehículo espiritual con el que puedan llegar a un punto de vista completamente diferente en el universo.
                                                                               Joseph Beuys

Por Héctor Antón Castillo

Raciel Gómez Golpe (La Habana, 1978) es un caminante solitario que recorre el centro o la periferia urbana para captar esas imágenes que jamás aparecen en las postales turísticas. Ello le obliga a desechar las estampas costumbristas asumidas como un sospechoso realismo autóctono, donde suelen aparecer la Bodeguita del Medio, el Capitolio, los carros antiguos o las apetitosas mulatas. En cambio, el artista registra fotográficamente el objeto a reproducir y expuesto a las transformaciones que sufrirá producto de los estragos del tiempo. Raciel no se propone elegir las ruinas para denostar con sarcasmos contestatarios el injustificado abandono, ni para idealizarlas como reliquias de una falsa longevidad. El crítico de arte y editor David Mateo interpreta su actitud como el afán de “continuar manipulando el recurso de la elucubración compositiva”. Es decir, reinventar plásticamente fragmentos de la ciudad con el objetivo de que puedan alcanzar su totalidad estética gracias a la imaginación del espectador.

En sus inicios, Raciel comenzó realizando paisajes muy tradicionales que, más tarde, lo condujeron a reflexionar en los vicios que padecen ciertos artífices de este género en Cuba. Así logró concientizar una respetable suma de carencias. La ingenuidad llevada al extremo de que algunos paisajistas de oficio resultan ser más naïf que los propios artistas naïf. Incluso muchos alegan que pintan porque les gusta pintar. De igual forma, prevalece la complacencia ante el mercado, lo cual se traduce en el miedo a la alternativa de ser rechazado en lugar de recibir la aceptación inmediata. Asimismo, se observa el temor a la ruptura y los cambios que necesita la evolución de toda poética artística. Por otro lado, impera la banalidad y falta de compromiso que implica una frívola evasión contextual. ¿Acaso existe un apaisajado Goya cubano cuestionando seriamente el momento que le toca vivir? No olvidemos que el creador de Los desastres y los caprichos era un pintor de la corte y, al mismo tiempo, un agudo cronista de su época. Y no se trata de exigir lo inalcanzable, sino de marcar una distancia jerárquica entre un vendedor de artefactos decorativos y quien se empeña en pensar lo que pinta o pintar lo que piensa.

Los paisajes actuales de Gómez Golpe procuran insertar en el ámbito urbano un efecto de extrañamiento, producto de la quietud percibida ante el movimiento aparente de un inevitable derrumbe. En cuanto a los títulos de las piezas, se impone una lógica paradójica, cuya frialdad minimal permite otorgarles un matiz conceptual. Un ejemplo preciso es Acceso limitado, donde la intención consiste en romper los límites gráficos para desconcertar al espectador, quien se ve obligado a completar la lectura de la obra en un sentido fantasioso del término.

Las ficciones testimoniales de Raciel persiguen visualizar el proceso de envejecimiento y desamparo de espacios muertos arquitectónicos. En ocasiones, la ironía conlleva al absurdo de aparecer un metro contador con entrada de electricidad en una vivienda humanamente imposible de habitar. Como sabemos, el mercado tolera evadir la realidad sociopolítica donde vive y trabaja el artista. Este tiende a rechazar la pobreza y el drama. Por su parte, lo que distingue la operación crítica de Gómez Golpe es una combinación pictórica de residuos arquitectónicos actuando como disfraz de una ciudad en pleno avance.

Uno de los rasgos peculiares de este quehacer visual es la ausencia de la figura humana. Quizás ello se deba al interés de representar el caos existencial mediante el vacío físico, una respuesta paradójica a la opción de vivir más en la calle que en el hacinamiento de hogares sin un mínimo confort. La ciudad virtual de Raciel se niega a nombrar las cosas, para sugerir arquetipos donde los personajes reales que habitan la urbe o sus bordes desaparecen en el gesto pictórico de suprimir el folclor urbano, rico en tipos psicológicos reconocibles y hasta carismáticos.

Aquí la introspección poética neutraliza a la extroversión política de quienes intentan salvar la ciudad fustigando duramente el estado en que se encuentra. Sin embargo, el acierto de evitar el panfleto no termina por sublimar la presencia de la suciedad o el deterioro en arterias citadinas más o menos visibles. En este punto, vale agregar que la torpeza de fundir lo sublime y lo ridículo (idealizando contrastes gratos y detestables), constituye uno de los deslices éticos que glamurosos paisajistas de la Isla colorean sin remordimientos de conciencia alguno.

Giorgio Vasari calificó al dibujo como “el principio creativo activo de las artes visuales”. Como se inició en la escultura, la experimentación de Raciel en el campo bidimencional siempre estuvo ligada al recurso del dibujo. Este lo considera medio y finalidad de la obra de arte. Una estrategia que le facilita apartarse del colorismo barato y artificios innecesarios, ya que el dibujo resulta la herramienta esencial durante todo el proceso de trabajo. Gómez Golpe ha transitado del blanco y negro hacia una perspectiva cromática mínima y sobria, en la que predominan colores neutros: ocres, verde tierra, carmelitas, naranjas y rojos propios de la oxidación del hierro, alusivos al envejecimiento de la materia. Su variación del carboncillo al acrílico y, por último, al collage, indica una voluntad de no encasillarse en un material pictórico específico.

La parquedad expresiva del artista descarta el virtuosismo de la pincelada. Por el momento, acude a la espátula, el lavado o el dripping (chorreado) con el propósito de conseguir una riqueza plástica expuesta a un margen de accidente, sin tener que apelar al tecnicismo de la pintura académica tradicional. Basta recordar que hasta un paisajista mayor como Tomás Sánchez reconoce el cansancio y aburrimiento que le causa pintar tanta hierba y tanto cielo en telas de gran formato.

La mutación constante es el desvelo principal en la trayectoria artística de Raciel Gómez Golpe. Su evolución técnica y conceptual lo ha impulsado a utilizar el collage agregado al cuadro realista, los recortes de periódicos (preferiblemente noticias sociales), así como el graffiti en sus connotaciones políticas, antropológicas y marginales. Además, Raciel proyecta convocar a personas ajenas al mundo del arte para que intervengan sus piezas empleando distintos recursos expresivos. Otro aspecto de sus variantes factuales reside en el aumento de la escala pictórica en función del impacto visual y el tema por abordar.

Para éste productor visual que siempre trabaja en series, nunca en cuadros aislados, cada lienzo significa como una palabra de un párrafo. Por lo cual se respira una grave persistencia que emana del silencio de su estudio como un secreto a voces: transformar un retiro casi monástico en un hervidero de ideas.